Táctica y Estrategia

7.31.2008

Agosto del 2008. Vivir adrede

No se juega con el miedo porque el miedo puede ser un arma de defensa propia, una forma inocente o culpable de coraje.

Los escépticos y los optimistas se miran siempre de reojo.

De pormenor en pormenor vamos descubriendo el exterior y la intimidad, digamos el milímetro de universo que nos tocó en suerte.

Hay un modo mecánico de entender la vida, un estilo sin escándalos ni hurras, sin el desabrigo de las tinieblas ni el acompañamiento de las melodías.

En la sencillez, los hombres y mujeres se amparan, se comprenden, se alivian.En la complejidad, en cambio, se ven con desconfianza y con rencores.

A medida que transcurren los años, vamos de asombro en asombro, de estupor en estupor.

Nos alarmamos al distinguir el rostro impávido de los dictadores, para quienes las únicas alarmas son las revoluciones. O sea que si queremos asustarlos, aunque sea un poquito, debemos construir nuestras modestas alarmitas revolucionarias, para que al menos se miren al espejo y se den asco.

Una cosa es el exilio y otra cosa es el éxodo. En el exilio lo ponen a uno de patitas en la frontera y el expulsado se va con su nostalia a cuestas en busca de otras tierras, otros sabores, otra razón de ser. En el éxodo, en cambio, es uno el que arranca, el que quiere ser otro.

Cuando la guerra se disfraza de paz, es la peor de las paces. Invade como ayuda, pero deja cenizas por donde pasa y muertes por doquier.

Cuando llegue el momento de ser nadie, el mundo seguirá y no lo veremos. Si antes viviamos cegados por el sol ahora estaremos cegados por la sombre.

No voy a irme así nomás. Tendrán que echarme sin motivo. Yo y mis talones en la tierra decimos no, que aguantaremos.