Recuerdos

Esta semana ha venido a mi mente el recuerdo de mi tata. Creo que fue a partir de una conversación gastronómica con mis compañeras, exactamente de la receta del arroz con leche.
Mi Tata, era una mujer del norte. Fuerte, dura pero sensible, valiente, decidida, excelente administradora y cuidaba de todos sus nietos y nietas con el celo de una leona.
Emigró a Venezuela en compañia de su querido Ninis (el Aduelo Adolfo) y de sus dos hijos. Allí estableció a su familia y por estas cosas del destino adoptó a una neuva familia, tambien de emigrantes (entre los que se encontraba mi padre).
Mi Tata no era mi abuela biológica, era la abuela de mis primas, pero que carajo también era la mia!.
Nos hacía los mejores regalos por los cumples y Navidad (los aguinaldos de mi Tata eran codiciados!), el mejor arroz con leche, las mejores lentejas, el bacalao con tomate, los callos y la paella.
Agradecía, generosamente cualquier detalle con ella: llevarla a la pelu para el tinte, acercarla al médico, a comprar helados en Castellino, hot-dogs de la Plaza Venezuela. Cualquier cosa suponía que te daba dinero para llenar el depósito del coche (full) y para que te compraras algo (por supuesto que sabía de mi locura por los zapatos, eso me lo recordaba siempre).
Participaba activamente en las bodas y los nacimientos de los bisnietos/as. Incansable, divertida e irónica.
También tuvo que despedirnos uno a uno cuando decidimos emigrar pero siempre nos dio valor, ni una lagrima -decía-, y en cada conversación siempre prometía visitarnos.
A veces, cuando en la tranquilidad de mi cuarto rompo a llorar, pienso que aparecerá y me dará una par de collejas para que no llore y luego me consolorá con un platito de arroz con leche o de rosquillas.
Vivió como quiso y murió como lo dispuso: viejita ya, en casa, pero con la mayoría de sus nietos/as repartidos por el mundo: Miami, Málaga, Valencia, Santiago de Chile, Madrid y Barcelona. (Ninguno en Santander).
Pero fue feliz y me hizo muy feliz. Para mi es inmortal. No se si es porque no la vi morir, o porque nunca quise aceptarlo.