Táctica y Estrategia

4.02.2007

Carretera y manta, a la izquierda que a la derecha hay barro

Este era el grito de guerra de mi Tio Domingo, cuando todas las Semanas Santas nos ibamos a Rio Chico, un pueblo de la costa de Venezuela, famoso entre otras cosas por sus cafetales y sus kilométricas playas. Todo comenzaba el viernes (de Dolores aqui).
Toda la noche preparando los coches para 10 días de "acampada" que se parecía mas a un campamento Kurdo que a otra cosa. Los nervios de las " carajitas" (en el argot caraqueño niñas), dando carreras por las escaleras, cargando las bolsas. Sin dormir toda la noche pensando en el viaje.
A las 5 de la madrugada carretera y manta en una Hilman (tipo Wagon) en la que viajabamos los niños y niñas de antes, sin cinturon ni porras, atras las tres (creo que por eso compre una Wagon, EmiBB flipa cuando lo dejo atras un ratito). 5 horas de viaje y la eterna pregunta cuánto falta?. Llegabamos al pueblo, los negritos y negritas tan bellos/as sentaditos en las puertas de sus casas esperando a los visitantes.
LLegaba mi tio como Melquiades de Cien años de soledad con los gitanos a desembarcar en la playa. Mientras los adultos, comandados por la Coronela y la Generala (mi tía Genoveva y mi prima Loly que manda mas que un dinamo) yo hacia de RRPP, es decir me dirigía a las tiendas de campaña de los demás y me presentaba: Hola soy Vevitina(así me llamaban) y enseguida hacia amigos/as, lo demás estaba hecho.
Me escapaba en las mañanas a comer arepitas hechas en budare a casa de Doña Petra, una negra de esas de películas grande y matrona y mis tías buscándome... Y yo con los negritos y la Generala pengando voces: pero que carajo haces tu???. La crema Nivea, los nudos en el pelo, las tres horas interminables de la digestión para poder meterte en la playa, los concursos de mecerse en el chinchorro a ver quien pegaba la jeta (La boca) mas lejos, jugar baseball, pelearse por la tabla de surf de Alejandro (no me lleve carajazos ni na, entre los que me lleve con la tabla y los que me daba Ale cuando me veía con ella).
Llegaba el miércoles Santo y entonces llegaba Él en su Dodge verde y la Generala se iba a tomar por saco. Ya estaba papá y podía escaparme, traer a los negritos al campamento, jugar al dominó, bañarme desnuda. LLegaba Él y con Él la felicidad.